4 de noviembre
TAZA - FEZ
Nos despertamos con el cuerpo agarrotado.
La alegría del novio, la ventilación de las habitaciones y las mantas dobladas sobre el colchón duro, no han contribuido a nuestro descanso, la verdad.
El dueño del hotel nos ha comentado que la cueva de Friourato, el mayor atractivo del parque Tazzeka, está cerrada porque hace un par de años, durante una excursión de escolares, hubo un derrumbamiento y mató a uno o dos niños. Aún así, insistimos preguntando si se puede ver la sima desde arriba. Nos dice que eso si- Hay más cosas interesantes en el parque, sin embargo, para visitarlo las opciones son, o bien una excursión concertada, un coche de alquiler o un taxi que te vaya acompañando todo el día.
Tanteamos las 3 posibilidades.
Por el momento, le pedimos que se quede con nuestras mochilas, algo que le hace gracia, la justa. Avisa a la mujer de la limpieza y echan nuestras mochilas en un cuarto con un retrete de plato que se encuentra cerrado con llave.
Nos dirigimos en primer lugar a buscar una excursión. No encontramos ni la agencia que nos ha dicho ni ninguna otra. Encima, es domingo, así que ni dudamos que van a estar cerradas, en caso de encontrarlas. Lo mismo ocurre con las agencias de alquiler de coches que, además, están en la parte nueva de la ciudad.
No nos queda otra que preguntar a un taxi.
Nos acercamos a la parada y pasamos un rato perdiendo el tiempo. Nos preguntan cuantas horas vamos a estar. Obviamente, no conocemos el parque ni la distancia que hay que recorrer, así que se miran unos a otros y empiezan a inventar precios, absolutamente disparatados.
Mientras pensamos qué hacer, buscamos algo para desayunar y unas plantillas. Desde ayer me hace daño el calzado y aún quedan días de viaje. No intentéis comprar plantillas en Marruecos. No existen.
La plantilla propia de las zapatillas se ha autodestruido y voy plantando el pie en los cuadraditos de debajo.
Por aquella zona no encontramos nada, así que volvemos a la plaza, a ver si las tiendas del zoco se deciden a abrir y consigo algo que me sirva.
Al pasar veo a una mujer que prepara las tortitas que me gustan tanto y le pido una. No tiene intención de atenderme y me dice que vuelva después. En el siguiente puesto, nos hacemos con un par de rosquillas resecas y continuamos la búsqueda de unas plantillas.
A punto de mandar al garete a este pueblo, pasamos una calleja donde una tienda de calzado (de segunda mano) empieza a desperezarse.
Nos acercamos a mirar los zapatos expuestos y, sin dudarlo, elijo unas botas de decathlon, nuevecitas y de mi número.

El hombre me presta una banqueta para probarme y, directamente me las dejo puestas.
Le pregunto el precio y no me responde. Ante mi insistencia, se va a por refuerzos. Sale otro hombre y le volvemos a preguntar. Se meten los dos en la trastienda y hacen una junta urgente.
Después de quince minutos, deciden cobrarme 70 DH. Vamos, que si hubiera ido un marroquí le hubieran cobrado 30, pero no estoy para discutir ni para regatear. Voy comodísima y el precio me parece adecuado.
Acoplo las otras en lo alto de mi mochila y volvemos a ver si la señora de los crepes ya se anima a darnos un par de ellos.
Allí sigue con sus tortitas, pero ahora también nos dice que no. Vaya por dios, resulta que están todas encargadas.

Bastante enfadada la contesto que lo podía haber dicho antes y echamos a andar cuando un hombre que parece el dueño, nos pregunta qué ocurre.
Nos explicamos como podemos y nos dice que no hay problema por una. Nos atiende muy amablemente y nos cobra 6 DH.

Como no les queda mantequilla (la bruja debe haberla gastado toda), el hombre sale de la tienda a buscarla en comercios cercanos.
Estamos un poco hartos ya de dar vueltas a lo tonto, por lo que toca otra junta urgente, como los de la zapatería, para decidir qué hacemos.
El día está espléndido y eso nos da más rabia aún de no poder visitar el parque. Perder un día entero allí hasta ver si el lunes conseguimos un coche no nos apetece mucho. Pensamos que lo mejor será volver con todo más organizado en la próxima escapada y en esta ocasión, proseguir la ruta.
Como último recurso, hemos intentado contactar con el taxista de ayer, que nos ha dirigido a su primo, que “llegaba ya mismo” pero que no llega.
Mientras esperamos, buscamos algo que beber con las tortitas aquellas, que se empeñan en hacerse una masa en la garganta, pero tampoco encontramos nada. Taza tarda bastante en despertar los domingos.
Vamos a recoger nuestras mochilas y, antes de irnos, queremos bajar la montonera de escaleras que unen Taza alta y Taza baja (360, ni más ni menos).

Una vez abajo, echamos mano a un taxi que pasa por allí y le pedimos que nos lleve a la estación del tren. Nos cobra 8 DH. Nos venimos arriba y le damos hasta propina, jeje, 10 DH. Menos de 1 €. ¡Yo quiero taxis así en España!
Nos volvemos a Fez.
Como ese día está ya medio perdido, pensamos que lo podemos aprovechar viendo las tumbas meriníes que vimos desde el taxi, y el palacio.
El encargado del alojamiento en que estuvimos (Dar el Karaweine) nos dijo que le avisáramos un día antes para guardarnos una habitación, pero con el cambio de planes no ha sido posible. Buscamos en Booking a ver si tiene plazas y el precio que publican es más caro que el que nosotros pagamos, así que no reservamos.
Aunque el sitio era precioso y la gente muy agradable, hacía frío y la cama estaba dura, por lo que nos planteamos probar otro Dar.
Nos toca esperar un rato en la estación, pero hace sol y nos sentamos en el andén a esperar.


El tren sale a las 12:04 h. y nos ha costado 43 DH por persona.
Nos acomodamos en un compartimento medio vacío, solo que el único pasajero que va sentado enfrente resulta ser un poco extraño. Va tumbado ocupando todos los asientos, pide cargadores y pone la música en alto. Es bastante pesado, pero nos ponemos manos a la obra a buscar un hotel alternativo y no le hacemos caso.
En ello estamos cuando, por la ventana vemos un gran lago. Nos asomamos a verle y resulta ser tan, tan grande que lo buscamos en el mapa. Se trata de un embalse gigante (embalse Idriss I, pone). Hay familias pescando, montando en barca o sencillamente aprovechando el domingo de sol.

El pantano dura y dura…. Es eterno. Vemos que llegamos a Fez y no tenemos donde soltar las mochilas, así que volvemos al compartimento del dormilón y seguimos buscando.
Hay un hotel muy parecido y de precio similar. Hemos decidido hacer allí “campamento” y movernos a las excursiones sin tener que andar cambiando de hotel.
Suponemos que nos harán mejor precio por 4 noches.

Llegamos a Fez.
Nos hemos decidido por el Riad Sahar Fes, que hemos encontrado también en Booking.

Salimos de la estación y avanzamos en busca de un taxi que nos acerque a la medina. No nos gusta coger los que se encuentran “a la caza” en la salida porque siempre hay más probabilidad de que te quieran cobrar de más.
El taxi -18,50 DH- nos deja en una puerta por la que que no hemos entrado nunca (tampoco es de extrañar, porque la inmensa medina de Fez cuenta con 36 puertas). Aquello no nos suena nada y además están de obras por las calles. Como siempre, maps nos sirve de poco en Fez y mientras intentamos aclararnos, se nos acerca un chico que se ofrece a ayudarnos. Parece ser que si conoce la ubicación del hotel.
Nos guía entre adoquines amontonados, calles levantadas y andamios hasta que llegamos a unos callejones que siguen estando bastante distantes del centro.
La entraba del Dar tiene mucho mejor aspecto que el del primer día y eso nos anima un poco.

Nuestro acompañante se ocupa de llamar a la puerta y, por supuesto, nos pide propina. No es que seamos tan tacaños, es que vamos siempre escasos de monedas y solamente le podemos dar un par de dirham.
Nos recibe un chaval de unos 15 años que no para de bostezar (debe ser primo del que venía en el tren), mientras, con pocas ganas nos enseña una habitación, por la que pretende cobrarnos más de lo que pone en la web.
Allí no hay más almas que la suya. Le preguntamos si no puede atendernos el/la dueña y nos dice que su madre no está.
El plan no nos está gustando mucho, pero aún así nos ponemos a negociar el precio por las 4 noches.
El aspecto del hotel es bueno, muy parecido al otro aunque más triste, porque allí siempre estaba el salón lleno de gente y aquí estamos más que solos.

Después de tropecientas llamadas telefónicas a su madre, conseguimos las 4 noches por 50 €.
Nos acompaña a la habitación que, según él, estaba lista.
Aunque el salón está impresionante, el baño está decrépito, la habitación descuidada y la cama sucia.


Entre bostezo y bostezo, nos dice que eso es lo que hay, y lejos de ofrecerse a cambiar las sábanas, se acomoda en el salón a mirar su móvil.
Decididamente, este sitio no nos gusta, pero como nos da pereza ponernos a buscar, le damos un ultimátum. Si nos limpia la habitación y nos cambia las sábanas, nos quedamos y si no, nos vamos.
Pues nos fuimos.
Le costaba devolvernos el dinero que ya le habíamos (torpemente) pagado, pero creo que notó que nos estábamos encendiendo y finalmente nos lo dio.
Salimos a aquella callejuela en el fin del mundo bastante desorientados. La ventaja es que el Dar El Karaweine (el del primer día), está al lado de la mezquita del mismo nombre, que todo el mundo conoce, por lo que no nos lleva mucho encontrarlo.
Al llegar, nos dice que por qué no le hemos avisado con antelación como nos dijo. Le explicamos que hoy íbamos a pasar el día viendo el Tazzeka y no estaba planeado regresar tan pronto a Fez.
Merece la pena este hotel. Los encargados son encantadores y el sitio siempre está animado.
Nos avisa de que únicamente le queda una habitación sin baño pero que la noche siguiente podremos cambiarnos a una que si que lo tiene dentro.
La habitación que nos dan es pequeña, pero mucho más cálida y con una cama infinitamente más cómoda. Si no fuera por lo del baño no querríamos cambiar, aunque, a decir verdad, tenemos el baño libre para nosotros todo el tiempo y está a dos pasos del dormitorio.

Eso si, no hay cerradura. El chino anterior a nosotros se ha cargado el candado y hasta mañana no pueden traernos otro.
Tenemos poco miedo a que nos roben y además, hay un inmenso cerrojo por dentro, por lo que no nos preocupa. Cerramos el precio también en 50 € las 4 noches, aunque en la web había subido pero nos respeta el precio anterior.
En realidad, tuvimos que pasar allí dos noches en lugar de una, pero se estaba muy a gusto. La pena es que en esta habitación hay que dejar todo tirado por el suelo y en la otra, al menos, hay una segunda cama y una mesa donde poder dejar nuestras cosas.
Ya hemos perdido demasiado tiempo y sabemos que enseguida anochece, así que cogemos lo indispensable y salimos.
Queremos aprovechar la luz del día para subir al alto donde se encuentra el antiguo cementerio, que tiene unas vistas preciosas de Fez, y después volver a la medina y seguir visitando cosas.
Es domingo y Fez está intransitable. Hay cientos de excursiones que se cruzan en esas mini calles, los vendedores acosan, los lugareños empujan, los carros y los burros se abren paso como pueden….
Queremos salir de allí y nuestra maravillosa orientación nos lleva a coger la calle principal para intentar llegar a la puerta más cercana a ese monte.
Al cabo de un rato nos sentimos completamente agobiados. Apenas podemos caminar y aquella calle y sus visitantes no se termina nunca.
En un puesto venden unos triángulos fritos parecidos a los que comimos en el autobús y nos compramos dos por 6 DH, y los tuvimos que pagar con euros, aunque no nos pusieron ninguna pega. Para nuestra sorpresa, son de pescado pero están deliciosos.
Seguimos entre la marabunta humana cuando me paro a mirar un puff. El vendedor ha decidido antes que yo que me lo voy a llevar y me rebaja los 30 € iniciales a 75 DH. Le da exactamente igual que yo siga dudando (básicamente dudaba en el color y el tamaño) y antes de que me de cuenta me lo ha metido en una bolsa y lo tengo en la mano. La verdad es que es bonito y barato y el vendedor muy agradable, así que me lo llevo con gusto.
Continuamos sin ver el final de este infierno cuando nos atrae el aromilla que sale de una especie de pequeño comedor. Se venden bocatas con una pinta impresionante por 10 DH.
Nos pedimos dos y aprovechamos que queda una mesita libre para descansar un poco de aquel bullicio.
Hay poco espacio y enseguida se nos sientan unas mujeres alrededor de nosotros. Terminamos enseguida y al salir Jose tropieza con una madera suelta en el suelo y está a punto de desmontarle el chiringuito a la señora cuando oigo unas voces. Yo pensé que vaya manera más exagerada de llamar a la encargada del garito, pero sigo andando y riéndome del tropezón de Jose. Las voces siguen y no puedo menos que volverme, cuando veo a las mujeres que se habían acomodado en nuestra mesa acercarse con mi cámara de fotos en la mano.
De nuevo me sorprende la seguridad de Marruecos. Es triste que para algunas personas tenga tan mala fama este país, porque casi seguro que en España no hubiera recuperado mi cámara jamás. Lo tenían muy fácil para quedársela y sin embargo, salieron hasta la calle a devolvérmela. Esa tranquilidad incluso entre la muchedumbre resulta reconfortante.
Por fin conseguimos llegar a una de las puertas (que tampoco conocemos).
Estamos perdidos y no nos queda otra que preguntar.
Aquí empezó otra odisea en busca de las tumbas aún peor que la de Debdou. Y no es que tuvieran mala intención al indicarnos, es que aquí también hay montones de cementerios y a cada persona que preguntábamos nos mandaba a uno diferente. Y en maps solo salía uno, que gracioso.
No exagero cuando digo que pasamos horas pateando arriba y abajo los alrededores de Fez. Ni siquiera los guardias nos supieron indicar y perdimos el día sin ver nada intentando, ya por amor propio, llegar a ellas. Os enseño un mapa de lo que anduvimos que no muestra ni la mitad de las vueltas que dimos.

Con tanta tontería se nos ha hecho de noche y no hemos visto nada más. Bueno, algunas cosas curiosas si que hemos visto, por ejemplo:
- Seguridad vial:

- La guardia real multicolor:

- Las maravillosas plazas de Fez:

- La variedad de sus gentes:

- Sus preciosas vistas:

- Y hasta la tranquilidad de las ovejas (ahí, a la derecha del árbol), pastando libremente en mitad de la ciudad.

En fin. No hemos logrado llegar a nuestro destino, pero se ha hecho de noche y no sabemos siquiera cómo volver. Damos otras tantas vueltas para encontrar la puerta adecuada (no, tampoco lo conseguimos) y aterrizamos en una plaza con un mercado de cosas usadas. Subimos, bajamos, repetimos…. Al fin empezamos a ubicarnos y con el relax nos entra hambre, pero no tenemos ganas de ir a cenar a ningún sitio.
Increíblemente, a esas horas nos encontramos con un puesto que tiene unos bollos alucinantes. No nos entusiasma el dulce, pero la idea de un vaso de leche y un bollo se nos hace fascinante en ese momento. Compramos un par de pasteles grandes por 10 DH y un brik de leche por 3 DH. Una botellita de agua y unas cocacolas y zumbando al hotel.
Estamos derrengados. Damos las buenas noches al montón de gente que está conversando en el salón y subimos a nuestro cuarto, que sigue sin cerrojo.
Ni para ducharnos hay ánimo. Por la mañana mejor, pensamos.
Con el estómago más conforme y la manta hasta las orejas, caemos rendidos. Mañana queremos ir a Moulay Idriss. A ver qué tal se nos da.